En
el último pétalo de la margarita,
esa
que ilusamente deshojamos,
te
encontré paciente y despistado.
Sentí
que tu mirada seguía mis pasos
tu
aliento daba sentido a mi respiración
y
tu voz era un susurro emocionado.
Me
detuve por casualidad, tal vez cansada
y
decidí prestarte una atención acompasada.
Me
fascinaron tus manos
y
de ellas espere tiernas caricias,
tus
ojos como tímida luciérnaga
alumbraron
la tiniebla que me habita.
Tu
alegre caminar
elevo mis vacios a la nube más alta,
me
colgaste del halo de tu risa
y
acunaste mi niebla con tu dulce sonrisa.
Tu
infinita sencillez
te
da un brillo estelar
eres…
el que siempre espere.
Te
miro y admiro
soy
ahora una espectadora
de
tu quehacer diario,
contenta y serena veo pasar las horas.
Y
doy gracias y canto
pues
me siento agraciada
de
tenerte en mi vida
de
compartir tu estancia.
Rocío (2009)
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